Don Todo por su parte seguía con sus negocios, había entrado a unos negocios del mercado negro, vendía a menos costo tendederos para ropa y ganchos para tenderla. Tenía un equipo de 120 hombres que se dedicaban a robar los tendederos y los ganchos de toda la ciudad, tiraban la ropa, al momento de descubrir esto los dueños de los tendederos se encabronaban, iban a buscar un nuevo tendedero con ganchos y ahí estaba Don Todo y sus hombres ofreciéndoles el del vecino y al vecino el de ellos. Era una rotación de tendederos, un negocio muy bueno para don todo.
Un día mientras robaban los hombres de Don Todo unos tendederos, Don Nadie estaba tirado afuera de una casa. El dueño de la casa estaba harto de la situación de estar compre y compre tendederos, así que hizo guardia con escopeta en mano para desenmascarar al rufían, nadie se imaginaba que eran gente del respetable Don Todo.
Ahí estaba el hombre escondido en el patio de su casa, este hombre miró cuando Don Nadie llegó ebrio a las afueras de su hogar y por un instante pensó que este era el ladrón, pero notó que estaba en un error cuando Don Nadie quedó tendido, borracho y dormido. Horas después, ya de madrugada, escuchó ruidos, lo que esperaba, el hombre que robaba los tendederos.
Sin pensarlo tomó su arma, apuntó, pero este hombre no sabía apuntar, disparó sin puntería y el hombre corrió, el ladrón huía desesperado y el dueño corría tras él, Don Nadie ni se movía de donde estaba, el ladrón por ir mirando hacia atrás no se percató de que un bulto le impedía salir por la puerta principal, tropezó, cayó y se enredó con los alambres del tendedero.
Don Nadie se despertó, se levantó y le pateó la cara, y dijo:
-Dejame dormir pinchi borracho escandaloso.
Acto seguido se durmió, el hombre llamó a la polícia y apresaron al hombre, a Don Nadie le ofrecieron una botella y lo dejaron ir.
A los días Don Todo buscaba a Don Nadie, quería ofrecerle trabajo de velador en otro de sus negocios, este era legal. Don Nadie aceptó, el trabajo consistía en estar por las noches durmiendo y cuidando unas bodegas que estaban más selladas que las puertas del Vaticano. Pues Don Naie bebía y bebía y dormía y dormía, ganaba su dinero y se iba a seguir bebiendo, llegaba a "trabajar" bebido y dormía y bebía.
Todo por que un día bebido, le echó a perder el negocio a Don Todo.
Si en la vida real así sacaran los grandes negociadores a quienes les estorban en sus negocios turbios, no existieran tantas muertes en los periódicos.
Saludos!
1 comentario:
De grande quiero robar y vender tendederos como Don Todo.
PD. Ya se extrañaba a Don Nadie por estos rumbos.
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