jueves, 28 de octubre de 2010

Siempre con la cabezota en alto.

Y allá va nuevamente por la madrugada a la calle, se siente mucho más fresca la mañana que días anteriores, se detiene y piensa si será bueno volver por algo que abrigue, pero después decide que es una perdida de tiempo y al rato andará cargando con cosas inutiles. Entonces sigue caminando, con el lonche en mano y la cabezota en alto. Observa el cielo como intenta clarear y la luna se quiere alejar, esa eterna batalla del sol y la luna por iluminar nuestros cuerpos y así conquistar el espacio y el cielo.

En su andar se topa con más pequeños engranes de la máquina que van en busca del sustento diario, personas que van y se ven cansadas, desilusionadas, agobiadas. También se encuentra con la juventud molesta por realizar una actividad a la cual no le encuentra sentido: Estudiar, algo tan fácil pero que a esa edad no se comprende. Esperando el transporte que lo llevara a su destino.

El ser humano siempre estará a disgusto con sus actividades, muy pocas son las excepciones de las personas que despiertan y se sienten satisfechas por lograr despertar, por estar, por que, hay muchos que no están, que quisieran estar, que deberían estar, pero ya no están. No digo que agradezcan o imploren un día de vida, pero por lo menos debemos sentirnos satisfechos y dejar de ser un poco maricas.

Después de todo siempre será un buen día para morir.

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